Temprano como a las 7.30 en Metro (por cierto muy poca gente) estamos llegando a la estación de Bellas Artes, para sentir la ciudad en sus mejores prestaciones es mejor utilizar el transporte público, me hace sentir consciencia, y al subir las escaleras de la estación, el olor de los arboles de la alameda se percibe y el afrancesado y hermoso palacio de bellas artes coquetea con el sol de la mañana al apenas abrirse entre los edificios... Todo el personal de limpieza del área esta empeñado en los últimos retoques de los espacios del centro histórico, esparciendo agua en los sedientos suelos de concreto, refrescándose el piso del incesante sol de la ciudad de México.
El  olor y la  húmeda sensación de ese tradicional sistema de limpieza  matinal, te nutre de una sensación de frescura  colonial que solamente  una mañana en el centro te puede regalar. Acompañados de ese  placentero sentir, caminamos en la soledad de la mañana por  la calle de  Madero;  en su ahora pasaje andariego,  con  la ausencia de los  ruidosos y estresantes automoviles.


Armando Díaz

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